Para Vogue por Begoña Irazábal. 2021.
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Manuela García se interesa en la relación entre los cuerpos en el espacio, un concepto relacionado también con cuestiones filosóficas vinculado a las condiciones humanas y cómo estas relaciones implican una experiencia de habitar. La artista materializa el trabajo a través de videos, instalaciones y dibujos.
Manuela García (1982) es artista e hija del doctorado, porque sus padres colombianos lo estaban realizando en México cuando ella nació y luego se fue para Medellín, Colombia, por eso tiene ese acento tan rico cuando te explica las cosas, aunado a una pasión eléctrica. Usa sombrero todos los días, se delinea los ojos en color negro muy marcado y la mayoría de las veces usa mallas de colores azul marino o morado. A veces me recuerda a una chica francesa de los setentas convencida de que hay que luchar por los ideales, llena de protesta esperanzadora, de acción. Cuando habla sus ojos se llenan de ilusión, a veces de lágrimas y está convencida del poder transformador del arte y más hoy en medio de la adversidad.
En ocasiones es difícil auto nombrarse, denominar la profesión y decir: “soy artista”; requiere trabajo, negociaciones, esfuerzo, exposiciones, confianza y líneas de pensamiento bien trazadas que puedan traducir la realidad en obras de arte. García piensa que ser mujer y artista es la afirmación diaria de un deseo que cumple con su tiempo y sus posibilidades. Una construcción constante de otras formas de hacer y abre camino para sí misma en un territorio que no siente descubierto. Considera que es parte de una generación que sigue luchando por una transformación de nuestra realidad, en que los estereotipos no condicionen las posibilidades. Desde luego ese nuevo mundo se crea sobre lo que ya existe. Encuentra que es importante tener claras las prioridades y la forma en que se desea vivir, ejercer esas ideas todos los días hasta crear las herramientas para desarrollarlas en la manera de lo posible. En pocas palabras, no hay que dejar de enfocarse en el trabajo propio y comprender el reto, adaptarse, entender el valor de cambio.
Manuela considera que la privacidad es sentirse tranquila con los límites que hay entre lo propio y lo otro. Es un espacio necesario para que sucedan momentos resguardados.
En su taller en la Ciudad de México tiene todo lo que necesita para trabajar, un espacio en donde puede probar sus piezas y observar lo que sucede. El estudio es un ecosistema creado por ella como parte de sus propias referencias. Hay piezas terminadas, en proceso, ensayos de materiales y materiales que conviven en una especie de laboratorio de observación, un lugar muy diferente al de exhibición. Es un espacio para trabajar y estar, en el que la práctica se acerca más a la creación de espacios y momentos que a la construcción de un discurso. A Manuela le gusta recibir a las personas y compartir su estudio con otros artistas; agradece siempre las conversaciones e im- presiones que suceden con cada visita.
Sobre la actualidad le pregunto a Manuela que si tuviera que conceptualizar en una obra la equidad de género ¿cómo lo haría? Y dice: “Me haces pensar en dos piezas que he hecho. Péndulos y Pulsar. En ambas existe una relación entre dos. Un sistema definido por lo físico y por las voluntades de quienes participan. Péndulos son dos columpios unidos por la misma cuerda. Habla de la interdependencia en nuestras decisiones con respecto a otros y viceversa. Así pensaría la equidad de manera general. Ahora, hablando del género y llevando la respuesta un poco en otra dirección, me haces pensar en Pulsar. Una pieza que hice con Aline Hernández para presentar en Chicatanas, un proyecto de Wayzatta Fernández y Natalia Magdaleno. Aline y yo nos sentamos en una mesa a soportar la fuerza de la otra. Estábamos pulsando, haciendo fuercitas, vencidas, era constante y quisimos acentuar esa idea en un loop eterno en donde cada una de nosotras resiste con su propia fuerza sin llegar nunca a ganarle a la otra. Creo que cualquier tipo de equidad, viene después de reconocer la magnitud y las características de nuestra propia fuerza con relación a otros”.
Para Manuela falta más sensibilidad en el mundo del arte en México, un “nosotros” como poesía y saber detenerse un poco en las repercusiones de lo simple.
Publicado en www.vogue.mx, 12 de marxo de 2021.